Hoy por la mañana, leí en diarios nacionales que José Tomás había cortado cuatro orejas en la Feria de San Isidro, en las Ventas, en el Templo del toreo. Aunque tengo mucho trabajo pendiente en la oficina (un informe anual pendiente), no dudé en abrir la página del periódico El País, entrar al especial de la Feria y emocionarme al ir leyendo las distintas críticas a la faena de ayer.
La primera vez quer ví a Tomás fue en la Plaza México, creo que tomaba alternativa a manos de Jorge Gutiérrez, con Manolo Mejía como Testigo. Me acuerdo mucho porque era seguidor de Mejía, pero desde aquél momento en que ví a José Tomás, me cautivó, aunque no supe a ciencia cierta por qué. Con los años, aprendería a apreciar su arte sobrio, profundo y templado; su torear por alto sin castigar de más al toro. Inevitable recordar en él al más grande: Manolete. Compararlos es un ejercicio sin sentido, ambos tienen formas distintas, pero -desde mi sentir- transmiten la misma mística. Además, durante los últimos años, le he sido fiel; incluso, cuando en México el toreo en redondo de Ponce estaba en su cúspide y el toreo seco de Tomás “no lucía”.
Ayer en La Ventas, demostró -vestido de purísima y oro- por qué es la figura más importante en los ruedos. El Maestro cortó cuatro orejas y salió a hombros por la puerta grande. Hace 4 décadas que un Diestro no lograba semejante hazaña en una sola tarde. Además, en el mundo del toreo se sabe que los “puristas” madrileños son uno de los públicos más difíciles del mundo, esperan expectantes la Feria de San Isidro para criticar -a veces con fundamento- el abandono al espíritu del toreo clásico; pero ayer, dejó a todos de pié y con pañuelo blanco iluminando la plaza, hace seis años que no pisaba aquél ruedo.
No tengo más que mi emoción y alegría para añadir en esta nota. Por ello, les dejo estas excelentes impresiones, acompañadas con las imágenes que tomé del página de El País:
“Tres noticias para los que no estuvieron en la plaza: primera, que José Tomás no sufrió ninguna voltereta; segunda, no hubo dramatismo ni corazones encogíos; y tercera, lo que sí hubo fue un genio en plenitud para cantar a los cuatro vientos la auténtica verdad del toreo. Al final, apoteosis total, locura colectiva y entusiasmo desatado. Pero de verdad, porque Tomás había elevado el toreo a las más altas cumbres de la pureza.”
“La verdadera conmoción llegó en el quinto, al que realizó un quite de dos verónicas monumentales. Lo cuidó en el caballo y allá que lo esperó en los medios, las zapatillas ancladas en la arena, el cuerpo erguido y la muleta plana. El toro acudió con presteza, y los estatuarios surgieron como borbotones de pasión. Cuatro fueron, un recorte y un largo de pecho, y el público se puso en pie para soltar el aire apretado dentro. Aparece el viento y ondea la muleta, pero Tomás ni se inmuta. La presenta con la mano derecha y en un palmo de terreno traza hasta siete muletazos poderosos y ligados. Se cruza, entonces, al pitón contrario, y el público, que conoce lo difícil de tal posición, rompe en una cerrada ovación. Y otra tanda cerrada con un trincherazo de cartel. Y toma la izquierda, y el toro, desafiante, dispuesto a seguir dando guerra, y ahí dibuja naturales preñados de hermosura y abrochados con un pase de pecho absolutamente genial. Tanto, que la plaza corea por vez primera lo de "torero, torero". Un trincherazo, una sonrisa, y cuando se dispone a montar la espada, el toro se da por vencido y huye a tablas. La estocada, recibiendo, quedó enterrada hasta la empuñadura.” (Antonio Lorca. El País, España. 06-06-08)
“Desde el paseíllo de purísima y oro, como en las grandes tardes, se notó que José Tomás venía a decir algo alto y claro, a tapar bocas, que dicen los taurinos. Desde el primer quite, en un toro que no era el suyo, hasta la clamorosa salida a hombros por la Puerta de Madrid, la tarde fue más que perfecta, sublime. No lo digo yo, lo dicen las miles de personas de todas las clases sociales, con pañuelos y con claveles, que lo aclamaban sólo por donde se ponía a citar a cada toro, por donde los toros cogen el camino de la gloria. Hacía cuatro décadas que ningún torero cortaba cuatro orejas en Madrid, en la misma tarde. Fue José Tomás. Yo lo vi. Iba de purísima y oro. Fue una tarde perfecta, sublime. No lo digo yo, lo dice todo Dios.” (Joaquín Sabina. El País, España. 06-06-08)
Un abrazo torero. Un trago tinto de la ZZZ, a salud del Matador. OLÉ!
NC: Y seguimos con Fausto!
NP: La Virgen de la Macarena con los Churumbeles de España! (para estar a tono)
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